Qué ver y hacer en Chinchón: la joya rural que Madrid guarda para los fines de semana

A menos de una hora de Madrid hay un pueblo que parece detenido en el tiempo, entre balcones verdes, callejuelas de piedra y castillos maltrechos.

Puede sonar a tópico, pero el pueblo de Chinchón tiene algo que atrapa desde que se pone un pie en su plaza. No importa si lo visitas por primera vez o regresas después de años: el ambiente sigue siendo igual de auténtico. A medio camino entre lo medieval y lo castizo, este rincón del sureste madrileño se ha ganado, sin ruido pero con muchos argumentos, un hueco entre los destinos favoritos de los fines de semana.
Situado entre los ríos Tajo y Tajuña, Chinchón es fácil de recorrer y aún más fácil de disfrutar. Su tamaño compacto permite verlo sin prisas, y lo suficientemente cargado de historia como para querer quedarse más tiempo del previsto.
Chinchón y su plaza, que lo cuenta todo
Hasta 234 balcones verdes se asoman a una explanada que ha sido de todo: corral de comedias, ruedo taurino, mercado medieval o escenario de cine. La Plaza Mayor de Chinchón es más que su centro: es su alma.

No responde al diseño de manual. Es irregular, sin una forma clara, y quizá por eso resulta tan especial. Cada terraza parece tener el mejor ángulo, y cada foto sale bien. Los fines de semana se llena de visitantes que buscan mesa al sol, caña en mano, mirando el bullicio.
Aquí se celebran fiestas, conciertos, mercados y hasta rodajes. A lo largo del año, esta plaza cambia de rostro según el evento. En febrero se transforma con antorchas y pendones para un mercado medieval. En verano, la arena y las barreras anuncian que hay toros. Además de su ambiente, lo curioso es su historia: fue cárcel, escenario de ejecuciones y lugar de paso de cineastas como Orson Welles o Amenábar. Más que un sitio que ver, es un sitio que se vive.
El castillo que resiste a todo
En lo alto, dominando el perfil del pueblo, se levanta lo que queda del Castillo de los Condes. No es un lugar para recorrer por dentro, pero sí para admirar desde fuera. Fue levantado sobre los restos de una fortaleza anterior, que no sobrevivió a las revueltas del siglo XVI. Los condes lo reconstruyeron con estilo renacentista, pero la paz duró poco: guerras, incendios y saqueos acabaron por dejarlo vacío.

Durante la Guerra de Sucesión, el archiduque Carlos lo usó como polvorín. Luego vino la Guerra de la Independencia y con ella, el saqueo francés. Lo que quedó se utilizó como cantera improvisada para arreglar caminos y levantar casas.
Hoy, su silueta es uno de los iconos de Chinchón. Desde su explanada se tienen vistas espectaculares del pueblo, con la iglesia, la plaza y los tejados a tus pies.
Iglesias, torres y secretos arquitectónicos de Chinchón
Si hay algo que sorprende en la localidad de Chinchón es que tiene una iglesia sin torre y una torre sin iglesia. La Parroquia de la Asunción se construyó como capilla privada para los condes y por eso nunca tuvo campanario. Aun así, domina el paisaje desde lo alto y guarda un tesoro: un lienzo pintado por Goya.
Por otro lado, la Torre del Reloj es todo lo que queda de una iglesia más antigua que fue destruida en 1808. Desde entonces ha quedado sola, como un monumento que señala el paso del tiempo, pero sin el edificio al que antes pertenecía.
Además, en las calles adyacentes se pueden ver antiguos conventos, como el de las Monjas Clarisas, o el Parador Nacional, instalado en lo que fue un monasterio agustino.
Rutas, casas nobles y escenas con historia
Alejarse del centro también tiene su recompensa. Las calles empedradas llevan a casonas con escudos en la fachada y a lugares menos conocidos pero igual de sugerentes. La Casa de la Cadena, por ejemplo, debe su nombre a una cadena de hierro que se colocaba cuando un personaje importante se alojaba allí. Felipe V durmió en ese edificio en 1706, y la tradición sigue viva en su nombre.

Otro rincón interesante es el teatro Lope de Vega, que no siempre fue teatro. De hecho, se levantó sobre las ruinas del antiguo palacio condal. Hoy es sede de festivales de teatro y conciertos. También existen restos del castillo de Casasola, aunque actualmente es de propiedad privada, y un puñado de ermitas repartidas por el entorno rural, perfectas para una ruta a pie sin prisas.