Cinco miradores en Cantabria que te harán ver la vida desde otra perspectiva

Naturaleza, mar y montaña se combinan en cinco balcones únicos donde Cantabria se muestra en todo su esplendor. Lugares que transforman una simple visita en toda una experiencia.

Cantabria no sólo se disfruta a ras de suelo, también se revela en sus alturas. Subir a sus miradores es descubrir un territorio que cambia con cada ángulo: el Cantábrico rugiendo contra los acantilados, los Picos de Europa extendiéndose como un telón de fondo, los valles verdes que parecen no terminar nunca. Allí el tiempo se detiene y todo cobra otra dimensión.
Quien se asome a estos balcones naturales entiende de inmediato por qué esta tierra cautiva a viajeros y fotógrafos. Son puntos estratégicos donde la geografía y la historia se mezclan, y donde cada mirada ofrece un paisaje distinto. Estos son cinco de los mejores miradores que no deberías perderte en Cantabria.
Mirador de la Costa Quebrada: la fuerza del mar
En Piélagos, la Costa Quebrada abre un escenario de rocas afiladas, arcos naturales y calas escondidas. Los miradores de La Arnía, Portio o Somocuevas son ventanas privilegiadas para apreciar la potencia del mar esculpiendo la costa a lo largo de miles de años.

Allí, cada atardecer se convierte en un espectáculo. Los acantilados parecen incendiarse con tonos naranjas y rojizos mientras las olas golpean sin descanso. Es un lugar imprescindible para quienes buscan paisajes marinos únicos en España.
Mirador de la Braguía: esencia pasiega
En pleno corazón de los Valles Pasiegos, el mirador de la Braguía ofrece una postal que parece sacada de otro tiempo. Laderas verdes, prados infinitos y cabañas de piedra crean una atmósfera serena, donde el silencio se mezcla con el sonido del viento.

Es el rincón perfecto para conectar con el paisaje rural cántabro. Aquí el ganado pasta tranquilo, las montañas se suavizan y todo invita a detenerse. Un espacio ideal para quienes prefieren calma y autenticidad.
Mirador del Cable en Fuente Dé: altura sin vértigo
A 1.823 metros, el Mirador del Cable es uno de los más impresionantes de Cantabria. Se llega en teleférico desde Fuente Dé y, al pisar la plataforma, lo que se abre ante los ojos es un océano de cumbres, glaciares y barrancos que parecen no tener fin.

La experiencia es vertiginosa, pero también inolvidable. Desde allí se entiende la grandeza de los Picos de Europa y la fuerza de la naturaleza en estado puro. Un lugar que atrae tanto a senderistas como a amantes de la fotografía.
Mirador del Cementerio de los Ingleses: memoria y horizonte
En la península de Cabo Mayor, en la ciudad de Santander, se encuentra un mirador que combina historia y paisaje: el Mirador del Cementerio de los Ingleses. Su nombre recuerda a los marineros británicos que encontraron aquí su última morada tras los naufragios ocurridos siglos atrás.
El entorno es sobrecogedor. El mar abierto se extiende hasta perderse de vista, mientras los acantilados muestran la cara más salvaje de la capital cántabra. Desde este punto parten rutas costeras hacia el Faro de Cabo Mayor, un paseo que completa la experiencia.
Mirador de Rábago: la ventana del Soplao
Muy cerca de la Cueva El Soplao, el mirador de Rábago regala una panorámica sorprendente sobre el Valle del Nansa. En días claros, las cumbres de los Picos de Europa se recortan en el horizonte como una postal de montaña.

El contraste entre el relieve abrupto y la tranquilidad de los pueblos de la zona convierte este lugar en uno de los más fotogénicos del occidente cántabro. Es un punto estratégico para explorar la comarca del Saja-Nansa y descubrir su riqueza natural.
Cantabria, vista desde lo alto, se transforma en una tierra que combina mar embravecido, montañas eternas y valles de calma infinita. Sus miradores son mucho más que plataformas para observar, constituyen auténticos escenarios donde paisaje y emoción se funden. Cada uno guarda un carácter propio, pero juntos dibujan el mapa perfecto para entender la diversidad y la belleza de esta comunidad autónoma.