La isla gallega que pudo ser un refugio real y hoy es un paraíso escondido

Belén Valdehita
Belén Valdehita 23 Abril, 2025

Descubre esta isla gallega donde la naturaleza, el mar y la historia se funden en un paisaje único que estuvo a punto de ser residencia real.

Isla de Cortegada, en Galicia
La Isla de Cortegada, en Pontevedra, Galicia, estuvo a punto de ser residencia real veraniega. Imagen: Wikimedia / Luis Miguel Bugallo Sánchez (Lmbuga)

Sumergirse en la isla de Cortegada, situada en Galicia y muy cerca de Villagarcía de Arousa, es descubrir un rincón mágico y silencioso donde la naturaleza aún reina a sus anchas. Este pequeño tesoro, custodiado por la ría de Arousa y arropado por las aguas atlánticas, guarda en su interior el bosque de laureles más impresionante y mejor conservado de Europa, un escenario que parece sacado de un cuento.

Aunque forma parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, pocos viajeros han oído hablar de Cortegada. Situada en la desembocadura del río Ulla, próxima a la localidad de Carril, esta isla pasó desapercibida para la mayoría durante años, escondiendo en su interior no sólo su belleza natural, también un pasado cargado de historias sorprendentes.

La isla es un lugar especial dentro del archipiélago gallego, con una exuberante flora y una anécdota histórica que pocos conocen: estuvo a punto de convertirse en la residencia de verano de la familia real. Hoy, esa historia olvidada y su naturaleza virgen la convierten en uno de los secretos mejor guardados del norte de España.

Un viaje marinero hacia un bosque de leyenda

La forma más habitual de acercarse a la isla de Cortegada es embarcándose desde el puerto de Carril, una pequeña villa marinera conocida por su tradición marisquera. Durante el trayecto en barco, la vista se llena de plataformas flotantes donde se cultivan mejillones, almejas y ostras. Estas estructuras, llamadas bateas, dibujan sobre el agua un paisaje propio y casi hipnótico.

Isla de Cortegada, en Galicia
Lo que hace de la isla de Cortegada un enclave tan especial es su insólito bosque de laurel. Imagen: Wikipedia / Luis Miguel Bugallo Sánchez

Si el viaje coincide con marea baja, el visitante podría pensar que la isla queda al alcance de un paseo, pero no está permitido acceder a pie, ya que el entorno marisquero es una joya ecológica protegida. Desde las cubiertas de las embarcaciones, es fácil observar a las mariscadoras de Carril en plena faena, removiendo el lodo con paciencia ancestral, mientras recolectan uno de los mariscos más apreciados de Galicia.

La dedicación de estas mujeres garantiza el sabor de los mejores frutos del mar, además de asegurar la salud y sostenibilidad de los bancos marisqueros. Un trabajo que exige mucho esfuerzo físico y que, al mismo tiempo, preserva tradiciones y ecosistemas.

Un paseo por senderos llenos de historia

Al pisar tierra en Cortegada, lo primero que recibe al viajero es un pequeño centro informativo que revela datos sobre su vegetación, fauna y pasado. Muy cerca se encuentra la Ermita de la Virgen de los Milagros, una construcción que ha desafiado al tiempo desde 1652 y que hoy luce restaurada.

Desde ese punto parten dos sencillas rutas que permiten conocer cada rincón de la isla. Una de ellas bordea la costa a lo largo de 3 kilómetros, mientras que la otra atraviesa el corazón del bosque por el “Camiño do Carro”. Antiguamente, por este sendero circulaban carros cargados de mercancías, cuando la isla estaba habitada y su economía giraba en torno a la agricultura y la pesca.

Ambos recorridos son perfectos para quienes buscan conectar con la naturaleza sin prisas. Caminar bajo las copas de los laureles o detenerse a escuchar el canto de las aves convierte la visita en una experiencia inolvidable.

Un bosque milenario que guarda secretos

Lo que hace de Cortegada un enclave tan especial es su insólito bosque de laurel, un ecosistema tan raro en Europa que casi parece un jardín encantado. Los árboles, algunos centenarios, forman un dosel verde que cubre senderos y crea un ambiente de cuento, en el que la luz se filtra entre hojas aromáticas.

Además del laurel, la isla es hogar de robles, castaños y sauces que comparten espacio con helechos y arbustos silvestres. Entre las ramas, se esconden aves de múltiples especies y pequeños mamíferos que han encontrado en este entorno un refugio seguro.

Para mantener esta joya natural en perfecto estado, las autoridades llevan años trabajando en la eliminación de especies invasoras como el eucalipto, devolviendo el protagonismo a la vegetación autóctona y asegurando que las futuras generaciones también puedan disfrutar de este bosque único.

Isla de Cortegada: el sueño real que nunca se cumplió

Pocos saben que, a comienzos del siglo XX, la isla de Cortegada estuvo en el punto de mira de la monarquía española. La isla, que en aquellos años albergaba a una comunidad de agricultores y ganaderos, fue adquirida en 1910 con el objetivo de construir la residencia de verano de la familia real.

El proyecto, sin embargo, jamás se concretó, y la realeza acabó decantándose por el Palacio de La Magdalena, en Santander, como destino de descanso. Con el tiempo, la isla cambió de manos varias veces y hasta se llegó a planear su urbanización, una transformación que por suerte nunca vio la luz.

Finalmente, en 2002, la isla fue integrada oficialmente en el Parque Nacional y, años más tarde, la Xunta de Galicia asumió su custodia, garantizando la conservación de su riqueza ecológica y cultural. Hoy en día, Cortegada es un ejemplo de cómo la naturaleza y la historia pueden convivir en armonía.

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