Puente colgante, Vizcaya

Xabier Tovar 23 Agosto, 2018

Puede parecer raro hablar de un puente, pero si hablamos del Puente de Vicaya, conocido como el Puente Colgante, damos un giro de 360 grados. Esta importante obra de ingeniería, fue una gran revolución industrial en su época siendo el primer puente transbordador de estructura metálica construido en el mundo.

Puente colgante, Vizcaya
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Nos acercamos a esta obra de ingeniería, El puente colgante de Vizcaya, con 125 años de antigüedad, pero que sigue en uso y demostrando la calidad del proyecto. Proyecto que fue el primero de su categoría en el mundo, asombrando entonces como sigue haciéndolo ahora.

Situado cerca de la desembocadura del río Nervión en la ría de Bilbao, uniendo Getxo y Portugalete; dos de los ayuntamientos que conforman la enorme área metropolitana, junto a Basauri, Santurce o Sestao, de la conurbación conocida como Gran Bilbao.

Historia

Inaugurado el 28 de julio de 1893 como el primer puente-transbordador del mundo, modelo que inspiraría a los que se construirían posteriormente.

En funcionamiento desde entonces, esto lo convierte también en el más antiguo de su tipo que sigue en activo. Aunque tuvo una pequeña etapa en que su uso se vio detenido, debido a la Guerra Civil.

No hablamos de un puente que destaque por su belleza, no fue diseñado con esa intención. Lejos de procurarse los elogios estéticos, nació con la idea de convertirse en un avance tecnológico de la ingeniería de su época.
Meta que logró sin duda.

Pero con el tiempo, su diseño de metal desprovisto de cualquier galantería, ha ido ganando los años de respeto que se logran siendo ya parte del relieve urbano histórico. Logrando como reconocimiento ser declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 2006.

Puente colgante, Vizcaya
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Sin olvidar que su localización y altura lo han convertido en un perfecto mirador que muestra una panorámica única de toda la región. Con una longitud de 160m , su línea semeja una puerta en las aguas que unen Bilbao con su ría a través del Nervión.

Su historia comenzó en aquel siglo XIX, cuando la Revolución Industrial llevó a la construcción de grandes obras de ingeniería que empleaban el hierro para desarrollar sus estructuras. Ejemplos como la Torre Eiffel (1887-1889), el Puente Colgante de Menai en Gales (1819-1826) o la magnífica Biblioteca de Santa Genoveva en París (1843-1859).

Dos nombres propios se enlazan a la construcción del Puente de Vizcaya. Estos son el franco-hispano Alberto de Palacio (1856-1939) y el francés Ferdinand Arnodin (1845-1924). Siendo el primero quien llevaba el peso principal del proyecto, diseñador del mismo.

Se sabe que ambos ingenieros tuvieron sus serias diferencias, pero esto no impidió que lograsen rematar con éxito su obra.

Desde el momento en que Palacio registra la patente del sistema de su puente, la noticia se extiende por la prensa internacional, siendo ampliamente aplaudido como una muestra del progreso de su tiempo. El arquitecto e ingeniero alcanza con este proyecto un puesto en la historia.

Para su desgracia en el año 1937 verá como su puente es boicoteado durante la Guerra Civil, cuando las tropas republicanas recibieron la orden de destruir los puentes del Nervión para frenar a las fuerzas franquistas.

Por suerte solo se derribó el travesaño central y en el año 1941, de la mano de José Juan Aracil, se reconstruyó con algunas mejoras en el cableado; volviendo a unir ambas riberas.

Actualidad.

Nuevas aportaciones se han ido sucediendo, sobretodo en aumento de la seguridad de la barquilla que transporta los vehículos y pasajeros. Así como el añadido de ascensores para su acceso a la pasarela superior. Desde la cual se obtienen unas inmejorables vistas de toda la región.

Llegando a la actualidad, en que su propósito sigue siendo el de una comunicación que la guerra logró detener por un tiempo.

Puente colgante, Vizcaya
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Debido a su ubicación y la inteligencia de su construcción, a día de hoy sigue siendo un elemento totalmente práctico, de uso común en la zona. Y es que ahorra una larga ruta por carretera, permitiendo un acceso cómodo entre ambas localidades.

Existen monumentos en las ciudades, existen grandes construcciones y otras que destacan por su belleza; y todas ellas no dejan de ser elementos que llaman por lo estético o quererse definir con ellas el espíritu de sus urbes. Pero Alberto de Palacio ideó algo que estaba por encima de estas meras cuestiones emocionales o artísticas, quiso darle al mundo un avance, una herramienta útil, no una localización donde fotografiarse.

Y aún logrando su principal propósito, que aún hoy sigue siendo tan válido como entonces, también se ha convertido en un reclamo turístico y en un excelente mirador de la amplia zona metropolitana y la desembocadura de su río.

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