El diminuto rincón del Bierzo que esconde un hayedo hipnótico, cascadas secretas y una piedra donde resuenan versos eternos
Un caserío berciano con apenas vecinos guarda un bosque húmedo y vibrante donde el agua, la bruma y la poesía conviven como si el tiempo se hubiese detenido.

En lo alto de una loma que mira hacia Galicia, el pequeño núcleo leonés de Busmayor mantiene un silencio que seduce a todo aquel que llega sin prisa. Las casas de piedra y los tejados oscuros parecen surgidos de otra época, como si el viento de la montaña hubiese decidido congelar su apariencia para siempre. Allí viven pocas personas, pero suficientes para sostener la calma que tanto buscan quienes se acercan a explorar el hayedo que se extiende a pocos pasos del caserío.
A primera vista, el lugar invita a detenerse. La cantina del final del pueblo, custodiada por un ciprés solitario, actúa como faro para caminantes que llegan atraídos por la fama del bosque vecino. Un panel marca el inicio del recorrido y recuerda algo sencillo: “La ruta prosigue por una senda…” Un aviso que funciona como puerta simbólica hacia un paisaje donde el agua marca el compás de cada paso.
Busmayor se encuentra a menos de 30 kilómetros de la localidad de Corullón, y a una hora y media de la preciosa ciudad de León.
Un hayedo que parece narrarse solo
El sendero hasta el Hayedo de Busmayor se adentra sin brusquedades por la conocida senda do Faixeral. En otoño, las primeras hojas caídas forman una alfombra irregular que cruje bajo las botas a medida que aparece el primer arroyo. Desde ese momento, el murmullo del agua acompaña cada tramo del camino, creando una especie de banda sonora natural que invita a caminar más lento y mirar con atención.

La Fervenza do Beiro surge entre rocas envueltas en musgo, como si el bosque quisiera enseñarse poco a poco. Más adelante, la Cascada Grande ofrece un salto imponente que emerge entre la vegetación húmeda. El aire se vuelve fresco, cargado de ese olor a tierra mojada que sólo aparece en los bosques que conservan su misterio intacto.
El arroyo de la Valiña Grande acompaña parte del trayecto. Aunque la pendiente exige algo de concentración, el suelo blando y oscuro facilita avanzar si el calzado es adecuado. Las hayas se inclinan de forma caprichosa, formando una bóveda irregular por donde se filtran rayos de luz que cambian con cada nube. En otoño, el colorido es un estallido de rojos y amarillos que transforma el bosque en un tapiz cambiante.
La piedra donde la poesía encuentra su eco
No muy arriba, aparece el punto que ha convertido a este bosque en un lugar de culto para amantes de los versos: la conocida “Piedra de los poetas”. En el monolito, grabadas en rojo, pueden leerse las palabras que acompañan cada verano el festival literario que se celebra allí desde hace años. Frente a él, el público se sienta en el suelo del claro, como si el bosque fuese un auditorio natural. Allí resuenan palabras como “Piedra de los poetas” y los versos “Pero vuelve al camino/te rodean las floraciones de la soledad/los árboles salvajes, los helechos, los invisibles manantiales”.
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El ambiente es íntimo, casi ritual. Las hayas centenarias se alzan alrededor como guardianas silenciosas de un escenario que ningún teatro podría imitar. La ruta circular continúa entre prados donde crecen hierbas aromáticas y plantas silvestres que añaden tonos verdes distintos a cada orilla del camino.
Antes de regresar al caserío, un desvío permite detenerse en la Fuente Frugenteiro. Desde allí, la vista del valle encajonado regala una escena amplia donde el cielo y la montaña parecen rozarse. El agua que mana fresca invita a alargar la pausa antes de volver a ver las primeras casas del pueblo.
Un bosque que respira quietud
El relativo aislamiento histórico de la zona ha contribuido a que este hayedo conserve su carácter. La humedad, los líquenes que trepan por los troncos y la bruma que aparece en días inciertos convierten el lugar en un escenario casi onírico. En ocasiones, la niebla transforma el camino en un corredor en el que cada paso suena más fuerte, como si el bosque escuchara.
En uno de los versos más recordados del poema leído allí, se escucha: “Calla, exprésate con sola tu existencia,/como el bosque secreto que se dice/en la ciega madera y en el liquen/y en la profundidad y en la quietud”. Una frase que parece escrita para explicar la sensación que deja recorrer este refugio verde.
Quien decide caminar por Busmayor regresa con la impresión de haber cruzado un paisaje que habla sin necesidad de palabras. Un lugar pequeño, casi anónimo, donde la naturaleza y la poesía se dan la mano sin pretensiones.