El secreto mejor guardado de Guadalajara: el pueblo medieval que enamora en otoño y guarda la leyenda de una princesa prisionera
A poco más de una hora de Madrid, este histórico pueblo combina historia, arte y buena mesa. Un destino perfecto para perderse entre tapices, leyendas y calles empedradas.

Cuando el verano da sus últimos coletazos, apetece dejar la costa atrás y adentrarse en lugares que huelen a piedra, a historia y a tiempo detenido. En el corazón de la Alcarria, un pequeño pueblo de Guadalajara invita a pasear sin prisa y a reconectar con los paisajes dorados del otoño. Su casco antiguo, protegido por siglos y declarado Conjunto Histórico-Artístico, despliega una belleza discreta que no necesita artificios.
Hablamos de la Villa Ducal de Pastrana, y basta una primera mirada a su trazado medieval para entender por qué ha inspirado a escritores, reinas y santos. Sus callejuelas estrechas, las fachadas de piedra y los balcones de hierro forjado parecen sacados de una novela del Siglo de Oro. Pero lo que realmente marca su identidad es una historia tan singular como trágica: la de la Princesa de Éboli, la célebre dama de un solo ojo que aquí vivió y fue confinada en el Palacio Ducal.
A su sombra pasaron también figuras como Santa Teresa de Jesús, que fundó dos conventos en la villa, y Camilo José Cela, que inmortalizó su esencia en Viaje a la Alcarria. Cada rincón respira un pasado noble, pero vivo, que hoy se combina con cafés acogedores, galerías pequeñas y el rumor tranquilo de los vecinos.
Pastrana: tapices únicos y leyendas entre muros
Visitar la Villa Ducal de Pastrana sin detenerse en su Palacio Ducal es perderse una parte de su alma. Este edificio renacentista, ligado a Alonso de Covarrubias, conserva la elegancia sobria de la nobleza castellana. Las visitas guiadas, algunas teatralizadas el primer sábado de mes, son la mejor forma de descubrir su historia y entender la vida de quienes lo habitaron. Desde su balcón con rejas, cuentan, la Princesa de Éboli contemplaba la plaza que hoy lleva su nombre.

Muy cerca, la Colegiata de la Asunción guarda uno de los tesoros textiles más valiosos de Europa: los tapices flamencos de Tournai del siglo XV. Estas piezas, encargadas por Alfonso V de Portugal, muestran escenas bélicas con un nivel de detalle y colorido que deja sin palabras. El museo parroquial ofrece visitas guiadas en las que se explica la técnica para crearlos y también la historia que esconden.
El recorrido puede continuar hacia el Convento del Carmen, hoy museo de arte sacro, y el Convento de San Francisco, donde se exponen réplicas de trajes renacentistas usados en el Festival Ducal. Esta celebración, declarada de Interés Turístico Provincial, transforma cada verano las calles del pueblo de Pastrana en un escenario del siglo XVI, con música, teatro y recreaciones históricas.
Sabores, rutas y la calma alcarreña de Pastrana
Después de tanto arte y piedra, el cuerpo pide descanso y mesa. En Pastrana, la gastronomía es un homenaje a la tierra: migas, cordero asado, gachas y miel son protagonistas en restaurantes como el Mesón Castilla, el Restaurante César o el Abrasador Laurea. Las tabernas de la calle Mayor ofrecen menús caseros y vinos locales que maridan a la perfección con el ambiente pausado del pueblo.

Quien quiera alargar la experiencia puede recorrer alguna de las rutas de senderismo que parten desde el casco urbano. Los caminos atraviesan olivares, barrancos y miradores naturales desde los que se divisa la silueta de la villa. En otoño, los tonos ocres y dorados del paisaje convierten cada paso en una postal.
Y si el plan es quedarse un fin de semana, nada mejor que aprovechar las visitas guiadas de sábado y domingo para conocer a fondo el patrimonio. Todo se gestiona desde la oficina de turismo, situada en el propio Palacio Ducal. Un consejo útil: conviene reservar con antelación, sobre todo si se quiere participar en los pases combinados que incluyen el casco histórico.