Descubre la joya escondida de Extremadura: la ermita que nada tiene que envidiar a la Capilla Sixtina
En un pequeño pueblo de Badajoz se esconde una ermita que te dejará sin aliento. Pinturas únicas, leyendas antiguas y belleza pura por sólo dos euros.

En el corazón de Extremadura, donde apenas 600 personas viven en total calma, se encuentra uno de los tesoros artísticos más sorprendentes de España. No está en una capital, ni en un enclave turístico típico, sino a las afueras de Fuente del Arco, una localidad fronteriza con Andalucía, y situada a sólo 13 kilómetros del municipio de Llerena, que guarda un secreto monumental.
Allí se alza la Ermita de la Virgen del Ara, una modesta construcción por fuera, pero absolutamente deslumbrante en su interior. Tanto, que ha sido bautizada como “la Capilla Sixtina de Extremadura”, y no es para menos. Un lugar poco conocido fuera de Badajoz, pero que está empezando a llamar la atención de los viajeros más curiosos y de los buscadores de experiencias auténticas.
La leyenda que dio origen a la Ermita de la Virgen del Ara
El nacimiento de esta ermita está envuelto en una historia que mezcla fe, milagros y transformación. Según una antigua narración popular, la Virgen María se apareció repetidamente a la princesa Erminda sobre una encina, lo que desencadenó una serie de eventos que cambiarían la historia local para siempre.

El padre de la joven, un líder musulmán que había perdido la vista, recuperó milagrosamente la visión tras la conversión de su hija al cristianismo. Como muestra de gratitud, comenzaron a construirse los muros de esta ermita, levantados por manos que antes profesaban otra religión. La historia forma parte del alma del edificio, y aporta un simbolismo difícil de ignorar.
Esta conexión con el pasado andalusí y cristiano añade profundidad al lugar. Aquí se respira arte, pero también se percibe la mezcla de culturas que han marcado a esta tierra durante siglos. Un testimonio de cómo la fe y el arte pueden convivir más allá de las diferencias.
Un interior que sorprende a todo el que entra
Lo que realmente eleva a la Ermita de la Virgen del Ara por encima de muchas otras es su interior. Las paredes y techos están completamente cubiertos de pinturas que representan escenas del libro del Génesis. No hay rincón sin decorar, lo que crea una sensación envolvente, casi teatral, al cruzar su puerta.

Las obras están atribuidas a artistas cercanos a la escuela de Zurbarán y su estilo destaca por el detalle, el color y la fuerza expresiva. La bóveda, con su diseño en cañón, concentra buena parte del protagonismo. Pero no hay que pasar por alto el zócalo decorado con figuras geométricas, algunas tan antiguas que no existen comparables, salvo en el palacio episcopal de la cercana y bonita localidad de Llerena.
Curiosamente, en el coro aparecen figuras femeninas sin relación directa con lo religioso: cuatro mujeres que representan los puntos cardinales y los signos zodiacales asociados a cada uno. Un toque místico y pagano que rompe la tradición iconográfica habitual en los templos cristianos.
Un pasado aún más remoto entre dioses, agua y piedra
Aunque no se tiene una fecha precisa de su construcción, los estudios arqueológicos apuntan a un uso ritual del lugar anterior al cristianismo. De hecho, se sabe que allí se veneraban elementos naturales como el manantial de la Madre del Agua, situado cerca de la ribera del Ara.

Por este enclave habrían pasado romanos y visigodos, cada uno dejando una huella espiritual diferente. La primera mención escrita de la ermita aparece en el siglo XIV, en el célebre Libro de la montería de Alfonso XI, lo que demuestra su importancia incluso siglos atrás.
Ya en tiempos más recientes, en 2018, fue declarada Bien de Interés Cultural. Un reconocimiento merecido que ha impulsado su conservación y, poco a poco, ha ido despertando la atención de los amantes del arte sacro y del turismo alternativo.
La sorprendente, y barata, visita a la Ermita de la Virgen del Ara
A diferencia de muchos monumentos religiosos de renombre, entrar a esta ermita cuesta apenas dos euros. Un precio simbólico para una experiencia artística y espiritual de gran valor. Además, puede visitarse durante todo el año, lo que la convierte en una parada ideal para escapadas rurales.
El entorno natural que la rodea añade todavía más encanto. Situada a menos de diez kilómetros del pueblo, entre dehesas y caminos solitarios, la ermita aparece como una sorpresa monumental en mitad del paisaje. Ideal para perderse unas horas sin prisa, cámara en mano y con tiempo para observar cada detalle.
Quienes han estado en la Ermita de la Virgen del Ara aseguran que es una de esas visitas que se quedan grabadas. No por su tamaño, ni por su fama, sino por la sensación de haber descubierto algo verdaderamente único. Y es que, a veces, lo más impresionante no se encuentra donde todos miran.