Menorca, un museo arqueológico al aire libre
Para muchos puede ser desconocido, pero Menorca alberga más de 1.500 yacimientos prehistóricos de gran valor, de los cuales la mayoría pueden ser visitados.
El conjunto arqueológico de la isla de Menorca destaca por su técnica de construcción ciclópea, así como por su singularidad. Se trata de un rastro único que ha dejado la arcaica sociedad mediterránea, digno de descubrir, y por el que se ha presentado la candidatura de “Menorca Talayótica” a la Unesco para que se considere su declaración como Patrimonio Mundial.
El nombre de la candidatura presentada se debe a uno de los monumentos más particulares y abundantes encontrados en la prehistoria insular, la torre o talayot. Hay más de 300 versiones en la isla y, sin embargo, los investigadores todavía debaten sobre su funcionalidad. Hacemos un breve repaso por algunos de los yacimientos que forman parte de la “Menorca Talayótica”.
Naveta des Tudons, Torretrencada y Torre d’En Galmés
La Naveta des Tudons es el monumento más popular del conjunto prehistórico de Menorca. Quizás sea por su característica forma de nave invertida, que se divisa desde la carretera que atraviesa la isla incluso, a tan solo 6 kilómetros de la Ciutadella. Sus enormes piedras, encajadas sin ningún tipo de mortero ni argamasa, llaman la atención de cualquier visitante. La construcción estaba destinada a enterramientos colectivos, lo que se descubrió con el hallazgo de restos humanos de hombre y mujeres de diferentes edades, piezas que podrían pertenecer a ajuares y cuencos de ofrendas. Se puede visitar todos los días y la entrada tiene un precio de 2 euros.
Uno de los poblados talayóticos del municipio de Ciutadella es Torretrencada. En él se han encontrado una gran variedad de rastros ya que, además de viviendas e hipogeos, hay también tumbas excavadas en la roca que muestran que el poblado estuvo habitado hasta el siglo XIII. Por otro lado, conserva una magnífica taula con una pilastra de refuerzo, un talaiot, que pone de manifiesto la importancia del poblado, y restos del muro que lo rodeaba. Su entrada es gratuita.
Torre d’En Galmés es uno de los poblados en los que se asentaron las primeras comunidades que vivieron en Menorca, pues eligieron la zona más al sur de la isla que era más frondosa y tenía más fuentes de agua dulce, así como barrancos por los que iban los ríos. Se encuentra a unos 100 metros de altura, en lo alto de una colina, y en el enclave se han conservado casas de planta circular, talayots (torres o atalayas), un sistema de recogida de agua de la lluvia, una sala hispóstila y 4 hipogeos funerarios. El precio para acceder es de 3 euros y en el precio está incluida la visita al centro de interpretación así como a dos yacimientos prehistóricos más, el sepulcro de Ses Roques Llises y Na Comerma de Sa Garita.
Talatí de Dalt, Biniparratxet Petit y Son Mercer de Baix
En Mahón hay numerosos conjuntos prehistóricos y Talatí de Dalt es uno de los más importantes, pues parece ser que llegó a tener cien habitantes dedicados a la agricultura y al pastoreo de ovejas y cabras. Su torre está, en parte, derrumbada, aunque todavía se pueden ver algunas columnas en la zona superior. Conserva restos de la muralla que cercaba al poblado y habitáculos que seguramente sirvieron para el almacenaje de alimentos o herramientas.
Aunque su emplazamiento original era el municipio de Sant Lluís, la casa Biniparratxet Petit se trasladó en 1995 a los jardines del aeropuerto y allí está desde entonces. Pertenece a la época post-talayótica y se sabe que fue abandonada en el siglo I a.C., aunque después volvió a utilizarse en la época medieval islámica. Esta casa se organiza a partir de un patio central y cinco columnas que dan paso a otros espacios domésticos.
Fuera del circuito habitual de la Menorca talayótica se encuentra Son Mercer de Baix. Está rodeada de campos en los que las vacas, ovejas y caballos pastan gustosamente. Se accede desde Ferreries y hay que llegar a la finca Son Mercer de Baix. Una vez allí, y tras abrir una puerta de ganado, se sigue un camino de piedras hasta una pequeña colina en la que se encuentran los restos del poblado. Podría decirse, incluso, que es uno de los que más asombro causan de la isla pues es curioso caminar entre los restos sorteando la vegetación que ha crecido salvaje entre ellos.