El pueblo pirenaico rodeado por siete ermitas que esquivó la peste y guarda un secreto milenario

Belén Valdehita
Belén Valdehita 21 Mayo, 2025

Este pueblo rodeado de montañas, custodiado por siete ermitas y atravesado por el río Garona, guarda una historia casi olvidada que mezcla fe, supervivencia y naturaleza pura.

Boss��st, en Lleida
Bossòst es un precioso pueblo en el leridano Valle de Arán, rodeado de un entorno natural privilegiado. Imagen: Wikimedia / Père Igor

A primera vista, Bossòst podría parecer sólo otro bonito pueblo del Valle de Arán: casitas de piedra, tejados de pizarra, el sonido del agua y silencio entre montañas. Pero detrás de esa imagen tranquila, se esconde un relato tan singular como el propio trazado de sus calles. No se trata de una fábula más, sino de una leyenda con siete capítulos, uno por cada ermita, que aún hoy parece marcar el ritmo del pueblo.

Su ubicación, al norte del Pirineo catalán, a media hora de la localidad de Vielha y muy cerca de la frontera con Francia, le dio en el pasado un papel esencial en las rutas comerciales. Hoy, sin embargo, Bossòst seduce por otras razones: el encanto rural, el peso de su historia y un halo casi místico que parece protegerlo de todo mal. ¿La clave? Puede que esté en esa misteriosa disposición de capillas que lo rodean como un cinturón invisible.

Entre montañas y plegarias: el alma de Bossòst

La historia que define a Bossòst comienza con un temor ancestral. Según se cuenta, cuando la peste avanzaba implacable por el continente europeo, un pastor encontró en la montaña a un monje que le ofreció una extraña solución: construir siete ermitas alrededor del pueblo. Un círculo de fe como escudo contra la enfermedad.

“Construyeron siete ermitas abrazando a Bossòst ”, cuenta la tradición. Nadie sabe si fue suerte o milagro, pero la peste jamás tocó el pueblo. A día de hoy, esas pequeñas construcciones de piedra siguen en pie, como testigos silenciosos de una promesa. No tienen el lujo de una catedral, pero sí el poder simbólico de haber salvado vidas.

El paseo por estas ermitas nos permite conectar con el pasado, pero también con un paisaje que cambia a cada curva del camino. Algunas se esconden entre árboles, otras se asoman a las laderas. Todas tienen algo en común: su posición exacta parece responder a algo más que azar.

Más allá de la leyenda: lo que Bossòst revela al caminar

El núcleo del pueblo de Bossòst es tan auténtico como el entorno que lo rodea. Calles empedradas que llevan a rincones que parecen suspendidos en otro tiempo. Aquí no hay prisas. Sólo pasos tranquilos, saludos en voz baja y el murmullo del Garona marcando el compás de la vida diaria.

Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación de Bossòst, en Lleida
La Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación, del siglo XII, domina el horizonte de Bossòst con su torre afilada. Imagen: Wikiepedia / I, Icmontreal

La Iglesia de Nuestra Señora de la Purificación domina el horizonte con su torre afilada. Levantada en el siglo XII, su estilo románico ha sobrevivido intacto, siendo mucho más que un templo: es una brújula visual que te orienta desde cualquier punto del pueblo.

Si uno decide seguir el curso del río, el camino regala escenas casi poéticas. Desde el viejo lavadero, donde en otro tiempo se tejía la vida social, hasta pequeños puentes que parecen sacados de una novela, cada paso descubre algo nuevo. Y todo, en apenas unos metros.

Senderos para perderse y reencontrarse

Para los que buscan algo más que contemplación, Bossòst también es un buen punto de partida para aficionados al senderismo. Senderos como el que sube hasta el collado de Baretja o el que lleva al puerto de Portillón son verdaderas joyas del excursionismo pirenaico. Las vistas desde allí, con el pueblo en miniatura al fondo y el macizo montañoso abrazándolo, justifican cada zancada.

No hace falta ser un experto montañero. Hay caminos para todos los niveles, y todos ellos permiten asomarse a la grandeza del Pirineo desde un ángulo íntimo, casi doméstico. Aquí, la naturaleza no se impone: acompaña, inspira, envuelve.

Además, cada estación cambia por completo el decorado. El otoño pinta de rojo y oro los bosques. El invierno trae la nieve que dibuja siluetas blancas. La primavera es una explosión en verde y el verano invita al descanso bajo la sombra de los árboles. Siempre hay una razón para volver.

Bossòst : equilibrio perfecto entre lo real y lo mágico

Aunque muchos pueblos pirenaicos tienen su encanto, Bossòst se desmarca por su capacidad de mezclar lo tangible con lo misterioso. No sólo es bonito. Tiene algo que no se puede fotografiar: una energía que emana de su historia y su entorno.

“Un pueblo con construcciones de piedra, un entorno natural idílico y algún que otro misterio”, así lo describen quienes han pasado por aquí. Y no se equivocan. Hay lugares donde la belleza lo explica todo. Pero Bossòst necesita pasearse y oírse. Porque más allá de sus tejados de pizarra y sus cielos abiertos, lo que realmente atrapa es esa sensación de estar dentro de algo antiguo, especial, casi mágico. Quizá sea la fe. Quizá el paisaje. O quizá, simplemente, sea Bossòst.

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