El Real Monasterio de Santa María de la Valldigna, en Valencia

Cuenta la tradición que el rey Jaime II, al volver de batallar contra los musulmanes en Murcia y Alicante, y pasar por el valle de Alfàndec, próximo ya a Valencia, le dijo a su capellán, abad de Santes Creus, “Vall digna per a un monestir de la vostra regió” (Valle digno para un monasterio de vuestra región). Y así dio lugar la actual denominación de la zona, así como la concesión de las tierras al abad.

Pese a las leyendas o tradiciones que se cuenten, lo que sí hay de cierto son los documentos que acreditan la orden que promulgó el 15 de marzo de 1298 el rey por la que autorizaba al abad para que emplazara un monasterio cisterciense en este valle, de población musulmana, junto a otros doce monjes de Santes Creus. El nombre de aquel lugar pasaba a ser Valldigna.

Historia del monasterio

Tras su fundación, el Monasterio de Santa María de la Valldigna fue construido en tres fases. La primera corresponde a la gótica del siglo XIV, que conforma la estructura completa organizada alrededor del claustro de acuerdo a los cánones del Cister. La segunda se vincula con la restauración a la que se vio sometido tras el terremoto de 1396 y la tercera tiene que ver, también, con la recuperación de la construcción tras el terremoto de 1644, en la que se añadieron nuevas dependencias y se hicieron sustituciones completas ya de estilo barroco.

En 1835, con la desamortización de Mendizábal, el monasterio fue abandonado por los monjes y vendido a particulares. Algunas piezas fueron a parar a las parroquias más próximas y otros elementos constructivos se vendieron; los edificios monacales fueron derribados y los muebles y documentos se dispersaron siguiendo los pasos de los monjes exclaustrados. Pasaron los años y el monasterio acabó en ruinas, abandonado e invisible para muchos, que no hicieron nada por mantenerlo.

En 1970 fue declarado Monumento Histórico-Artístico gracias a la lucha de algunos intelectuales valencianos, pero el reconocimiento no frenó su deterioro. Hasta 1984 la Generalitat no empezó los primeros estudios del monasterio con la intención de intervenir. En 1991 lo adquirió e inició su recuperación con campañas arqueológicas, obras de emergencia y su consolidación arquitectónica. En 1998 se celebró el setecientos aniversario de su fundación y hoy en día está abierto al público para su visita. Si situación, entre Cullera y Gandía, facilita su acceso.

El monasterio

La entrada al monasterio es a través del Portal Nou, del siglo XIV, con arco apuntado y flanqueada por dos torres cuadrangulares. En la puerta se pueden ver tres escudos, el de la Corona de Aragón en el centro y las armas que el abad Arnau de Saranyó mandó construir en los extremos. Las murallas exteriores son de los siglos XIV, XVI y XVIII, aunque no se han encontrado restos, sí que hay documentos que acreditan la existencia de un foso y un puente levadizo.

A la izquierda de las torres hay una sala rectangular que era la almazara y, a la derecha, hay una iglesia de planta de cruz griega: la Capilla de la Virgen de Gracia. Al entrar, se pasa a una plaza en la que se pudo colocar en 2006 de nuevo la Fuente de los Tritones, y desde ahí se accede a la Obra Nueva, una construcción que tuvo cuatro pisos en la que se encontraba el refectorio de los legos, la cellería, los dormitorios y otras dependencias.

Junto a esta obra está el Claustro del Silencio, de los siglos XIV y XV, y principal construcción de los monasterios cistercienses, en el que se encontraba la Iglesia, la Sala Capitular y el Refectorio. Un poco alejado de la iglesia está el Palacio del Abad, mandado a construir en el siglo XIV por el Abad Arnau de Saranyó, destinado a dependencias del abad y para recibir visitas ilustres.