Un viaje por Caracena, el secreto medieval mejor guardado de Soria

Enclavado entre barrancos y silencio, Caracena guarda entre piedras y retablos el alma románica de Soria. Y su castillo, en lo alto, sigue contando historias.

En el corazón de la provincia soriana, existe un lugar que parece detenido en el tiempo. Caracena, un diminuto pueblo castellano situado a media hora de San Esteban de Gormaz y a casi una hora de la ciudad de Soria, emerge como una cápsula de historia medieval que desafía el olvido. Rodeado de naturaleza salvaje y con una arquitectura que habla de siglos pasados, este rincón escondido se ha ganado un lugar privilegiado entre los amantes del románico, del senderismo y de los viajes con alma.
Caminar por sus calles empedradas es sumergirse en un relato de conquistas, religión y abandono. Aunque alejado de las rutas más transitadas, lo que guarda Caracena no es poco: iglesias románicas intactas, una fortaleza que mira desde lo alto y un entorno natural que lo convierte en uno de los paisajes más sobrecogedores de Castilla y León. Y todo esto, sin taquilla de por medio.
Caracena: capital románica en miniatura
Aunque el tamaño de Caracena tamaño sea reducido, su valor patrimonial es descomunal. En pocos pasos, el visitante se encuentra ante dos joyas del románico castellano. Una de ellas, la Iglesia de San Pedro, cuenta con una galería porticada que por sí sola justifica el viaje. Declarada Monumento Histórico Artístico Nacional en 1939, es una muestra perfecta de escultura medieval, con capiteles que narran pasajes bíblicos y escenas del día a día.

La otra, la Iglesia de Santa María, representa un momento de transición artística, cuando el románico daba paso al gótico. Su estructura sobria contrasta con el detalle de su ábside, donde la piedra cobra vida sin necesidad de ornamentación excesiva. Ambos templos se mantienen en pie como testigos del poder y la religiosidad que un día marcaron el pulso de esta villa casi olvidada.
Además de su valor artístico, estas construcciones tienen algo que ya no se encuentra fácilmente: silencio. No hay colas, ni entradas, ni guías que interrumpan. Sólo el visitante y la historia.
Fortaleza con vistas a siglos de historia
Elevado sobre un cerro que domina el valle, el Castillo de Caracena parece más una atalaya natural que una construcción humana. Aunque en estado de ruina, sus torres y muros mantienen la esencia de una época en la que defender la frontera entre reinos era una prioridad. Esta edificación del siglo XII fue ampliada y reforzada en el XV, cuando los señores de la zona necesitaron adaptarse a nuevos tiempos bélicos.

Hoy se puede recorrer libremente, sin coste, y contemplar desde allí la amplitud del paisaje que lo rodea. No es difícil imaginar desde sus almenas la tensión de las batallas, el eco de las órdenes o el trajín de los soldados. De hecho, su posición estratégica lo convirtió en una pieza esencial durante la Reconquista, y su aislamiento posterior lo protegió del expolio y del progreso mal entendido.
A pesar de la ruina, hay algo majestuoso en su decadencia. Las piedras, cubiertas por musgo y viento, conservan la dignidad de lo que una vez fue imponente.
Entre cañones y buitres: la naturaleza indomable de Caracena
Caracena no es sólo piedra. El pueblo se asienta sobre un terreno abrupto, rodeado de cortados, barrancos y rutas que invitan al senderismo más puro. El río que da nombre al lugar ha esculpido durante milenios un cañón que es hoy uno de sus mayores tesoros naturales. Aquí es habitual levantar la vista y ver planeando a los buitres leonados, o cruzarse con cabras montesas entre las rocas.

Una de las rutas más recomendadas es la que recorre el barranco del río Caracena, ideal para los amantes de la fotografía y del trekking relajado. El camino está salpicado de vegetación autóctona, sonidos de aves rapaces y la calma que sólo ofrecen los rincones remotos.
Este entorno natural, todavía sin masificar, es también una ventana a la llamada “España vaciada”. Aquí se respira otro ritmo, una desconexión real, y sobre todo, autenticidad.
Cómo llegar a Caracena y no perderse
Llegar a Caracena es sencillo si se planifica bien. Desde Madrid, el viaje ronda las dos horas en coche, siguiendo la A-1 y desviándose después por carreteras nacionales hacia Ayllón y Montejo de Tiermes. Desde Soria capital, el trayecto es más corto y discurre por la N-122 hasta La Rasa, y desde ahí por una carretera local en buen estado.
Eso sí, conviene tener en cuenta que los últimos kilómetros atraviesan carreteras estrechas y poco transitadas. Es parte del encanto, pero también un aviso: no es un lugar de paso, hay que querer ir. Y una vez allí, el esfuerzo tiene recompensa.
Caracena no cuenta con muchas comodidades turísticas, pero eso también forma parte de su magia. Lo ideal es visitarlo con calma, llevar agua y comida y dejarse sorprender. La visita no tiene precio, literalmente.
Patrimonio olvidado que merece su lugar
En una época en la que lo auténtico cotiza al alza, Caracena representa un tesoro que aún escapa al radar de las multitudes. Su valor no está en lo ostentoso, sino en lo intacto. Aquí no hay tiendas de souvenirs, ni rutas guiadas con megáfono. Sólo historia, piedra y paisaje.
Lugares como este recuerdan que el patrimonio no siempre está en los museos o en las ciudades grandes. A veces, se esconde en lo alto de un risco, a la sombra de un templo románico, esperando que alguien lo descubra. Y si ese alguien eres tú, el viaje ya merece la pena.