Descubre el asombroso balcón de La Rioja que esconde un mundo subterráneo único
En Ortigosa de Cameros, la sierra riojana muestra su cara más inesperada: paisajes abruptos, cuevas legendarias y un carácter serrano que atrapa a cualquier viajero desde el primer momento.

En pleno corazón de la Sierra de Cameros, este rincón riojano conserva un equilibrio muy especial entre laderas intensas, barrancos profundos y un patrimonio que se despliega sin prisas. El pueblo de Ortigosa de Cameros, encaramado sobre un terreno desafiante, exhibe una silueta que llama la atención incluso desde lejos, como si quisiera anunciar que guarda historias antiguas y secretos bajo su superficie.
A su alrededor se extiende un territorio que combina monte, agua y piedra con un atractivo casi magnético. Quien llega aquí descubre que la tranquilidad no está reñida con la aventura y que la gastronomía serrana mantiene un carácter propio, marcado por patés y embutidos que forman parte del alma de estas montañas. Y a sólo una hora se encuentran otros maravillosos destinos riojanos, como San Millán de la Cogolla, Nájera o Ezcaray.
Ortigosa de Cameros: un pueblo que parece flotar entre barrancos
Ortigosa de Cameros muestra un perfil escalonado que sorprende a cualquiera. Sus casas, apoyadas en la ladera como si desafiaran la gravedad, se asoman a un barranco que cruza el casco urbano mediante dos puentes que parecen sacados de una antigua postal. Esa imagen, casi suspendida en el aire, define buena parte de su personalidad.

Entre los edificios más representativos destaca la Iglesia de San Martín, del siglo XVI, levantada con robusta mampostería y piedra trabajada. Su interior, de dos naves cubiertas con bóvedas ojivales, recuerda la influencia de antiguas tradiciones constructivas que aún laten en la zona. La otra iglesia del pueblo, la de San Miguel, y la Ermita de Santa Lucía completan un conjunto arquitectónico que sorprende por su elegante sencillez.
Los barrios históricos, llenos de casonas de piedra con tejados generosos y detalles serranos, componen un conjunto que refleja la prosperidad que dio el comercio lanar hace un siglo. Las calles empedradas conducen a viviendas de porte serio, testigos de una época en la que Ortigosa vivió un desarrollo notable pese a su aislamiento geográfico.
Cuevas de Ortigosa: el mayor tesoro escondido de La Rioja
Quienes llegan hasta aquí tienen claro que hay algo que no puede faltar en la visita: las Cuevas de Ortigosa. Son las únicas de toda La Rioja preparadas para recibir viajeros y ofrecen un recorrido sorprendente que revela la cara más íntima de la sierra. La gruta de La Paz, con un trayecto de 236 metros, muestra un repertorio de estalactitas, estalagmitas y columnas que cautivan desde el primer tramo.

La otra gruta, la de La Viña, presenta un recorrido horizontal de 114 metros y una sola boca que sirve tanto de entrada como de salida. Su trazado más compacto permite apreciar la roca en estado puro, con matices que cambian según la luz y la humedad.
Visitar estas cavidades es adentrarse en un ambiente silencioso, casi hipnótico, donde cada forma caliza parece contar su propia historia. Para muchos viajeros, esta experiencia marca el viaje, porque revela un paisaje oculto que contrasta por completo con las panorámicas exteriores.
El carácter serrano de Ortigosa de Cameros
Los alrededores de Ortigosa de Cameros amplían la experiencia con sus rincones tranquilos que conectan con la esencia de la sierra. Uno de ellos es la pradera del Robledillo, un paraje amplio rodeado de montes y bosques que invita a descansar, caminar o simplemente respirar el aire fresco que baja de las cumbres.
Muy cerca se encuentra el pantano de González Lacasa, conocido popularmente como el pantano de Ortigosa. Este embalse es un clásico del verano riojano y una referencia para actividades náuticas de todo tipo. Sus aguas, encajadas entre montes, permiten una jornada diferente en plena serranía, algo que sorprende al visitante que espera un paisaje más seco o exclusivamente montañoso.
Caminar por los alrededores de Ortigosa de Cameros muestra otra cara del territorio: senderos tranquilos, cambios continuos de vegetación y vistas que se abren paso entre los valles. Esa combinación de agua, bosque y roca convierte el entorno en un lugar ideal para desconectar pero sin renunciar a los planes activos.