El rincón oculto del Pirineo aragonés que guarda cuevas de brujas, dólmenes milenarios y aldeas fantasma

Un pequeño pueblo de montaña en Huesca reúne historia, misterio y naturaleza salvaje en cada rincón. Un destino perfecto para quienes buscan algo diferente y de lo más auténtico.

En pleno corazón del Pirineo oscense, hay un lugar que no suele aparecer en las rutas más turísticas, pero que esconde secretos milenarios bajo sus montañas, entre bosques espesos y caminos olvidados. Hablamos de Villanúa, un destino que parece sacado de un cuento antiguo, donde la historia se mezcla con la leyenda y el paisaje parece dibujado a mano. Lo encontraremos a sólo 15 km de la localidad de Jaca y a 100 km de la ciudad de Huesca.
Con poco más de 500 vecinos, este pequeño pueblo situado en la comarca de La Jacetania se mantiene al margen del turismo masivo, pero ofrece un patrimonio natural y cultural que deja con la boca abierta a quienes lo descubren. Aquí se respira calma, pero también se percibe una energía especial, como si las piedras nos hablaran del pasado.
Casco antiguo de Villanúa: con alma pirenaica
Perderse por las calles de Villanúa es como entrar en una cápsula del tiempo. Las casas, construidas con piedra y madera y con tejados de pizarra, están en línea con la armonía natural. Aunque el progreso ha tocado algunas esquinas, el núcleo histórico sigue conservando la esencia de los pueblos del norte: escudos familiares esculpidos en las fachadas, balcones floridos y rincones sombríos donde parece que el tiempo se detuvo.
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— Juan Real Street (@eris_28) April 26, 2025
Uno de los grandes encantos de Villanúa está en su autenticidad. Aquí no hay decorados de postal: todo lo que se ve es real, con siglos de historia encima. El antiguo puente medieval que cruza el río y las partes más antiguas de la iglesia son testigos silenciosos de generaciones enteras que vivieron y murieron aquí.
Más allá del trazado urbano, la naturaleza rodea el pueblo como un abrazo permanente. Montañas, senderos y bosques crean un entorno perfecto para el senderismo y la desconexión.
Una cueva llena de leyendas (y murciélagos)
A las afueras, casi escondida, se encuentra uno de los lugares más alucinantes de toda la zona: la Cueva de las Güixas. No es una cueva cualquiera. Durante siglos, ha sido refugio, escondite y escenario de todo tipo de historias. De hecho, su nombre está ligado a la figura de las “güixas”, que es como llaman en algunas zonas de Aragón a las brujas.

Excavada por el agua y decorada por la naturaleza misma, esta caverna está cargada de simbolismo. A lo largo de los años ha servido como lugar de reunión, prisión y hasta sitio ceremonial. El contraste entre la oscuridad interior y la luz que entra por su chimenea natural crea un efecto hipnótico. No es raro que quienes la visitan aseguren sentir algo inexplicable allí abajo.
Además, su ecosistema subterráneo está lleno de vida: decenas de murciélagos la habitan y conviven con las visitas, aportando un toque aún más misterioso al ambiente.
Las aldeas de Villanúa que el tiempo olvidó
El municipio de Villanúa no sólo es su pueblo principal. En sus alrededores, escondidas entre los árboles, sobreviven los restos de tres aldeas que, aunque deshabitadas, cuentan mucho más de lo que parece a simple vista.
La primera, Aruej, está vinculada al antiguo Camino de Santiago aragonés. Sus piedras recuerdan un hospital de peregrinos que llegó a ser muy importante. Hoy, transformada en propiedad privada, es un testimonio silencioso de la importancia que tuvo este rincón.
Hay instantáneas que nos tocan el corazón como esta de https://t.co/xkOXaREd5m en #Villanúa. pic.twitter.com/GP4eF9cilb
— Huesca La Magia (@Huesca_LaMagia) February 23, 2023
Cenarbe, la segunda, apenas conserva algunos muros y la estructura semiderruida de su iglesia. Lo que fue una comunidad vibrante hoy es una especie de escenario de película postapocalíptica. La vegetación ha recuperado su espacio y sólo las piedras parecen saber lo que ocurrió.
Izuel, la última, guarda entre sus restos una pequeña ermita que aún desafía al tiempo. Su presencia solitaria en medio del monte es como un guiño a los que aún se atreven a explorar la zona.
Vestigios prehistóricos en cada paso
Villanúa rezuma historia medieval y leyendas oscuras. Mucho antes de que existiera el pueblo como tal, este terreno ya estaba habitado. Así lo prueban varios dólmenes repartidos en sus inmediaciones, auténticos monumentos funerarios construidos hace miles de años.
Estas estructuras megalíticas, algunas semiocultas entre el paisaje, demuestran que el ser humano ha sentido una conexión especial con este lugar desde la prehistoria. Pasear entre ellos es darse un baño de humildad: están ahí desde antes de cualquier iglesia o castillo, como marcadores de un tiempo que no volverá, pero que sigue presente.
Villanúa no es un pueblo más. Es un lugar que se vive con los cinco sentidos, donde cada sendero esconde una historia y cada piedra guarda un secreto. Y aunque no salga en todos los mapas turísticos, quizá por eso merece más que nunca una visita.